En el último congreso de públicas los ponentes, de calidad contrastada, no presentaron grandes proyectos bibliotecarios al alcance de unos pocos; al contrario, contaron experiencias basadas en la actitud y en el menos común de los sentidos. No sé si será cosa del glamour de lo externo, del principio de autoridad que concedemos al que entendemos más adelantado o de una endémica falta de autoestima (que nos hace subsidiarios de un respaldo externo para asumir conceptos que no nos atrevemos a aplicar) pero oir sus reflexiones con acento holandés, australiano o neoyorquino dotaba a su discurso de una credibilidad de la que al parecer carecen los acentos sevillanos, gallegos o salmantinos…que llevan tiempo contando y aplicando cosas similares.
Unos días más tarde, en las Jornadas organizadas por el Sedic uno de los ponentes empezó su discurso con estas palabras: “Soy Fulanito, me dedico con cierto éxito a proyectos de realidad virtual y lo hago desde Segovia…ya que, aunque parezca mentira, Segovia es un lugar tan válido como cualquier otro para innovar en nuevas tecnologías”. En el vino que compartimos después explicó que estaba cansado de comprobar cómo muchas veces su proyecto perdía credibilidad por prejuicios infundados y coincidimos en la necesidad de hacer apología de nuestras raices como camino necesario para acceder a la globalidad sin perder la perspectiva. Cualquiera puede hacer cosas (interesantes) y contarlas, y debe hacerlo sin complejos; habituarse a la innovación segoviana es un buen ejercicio de puesta en valor de los «sabores» locales 😉
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La verdad es que nadie es profeta en su tierra. Además la mayoría de la gente sigue pensando que España está atrasada o que nos llevan ventaja. Sería aconsejable que el trabajo que realizan los bibliotecarios se publicitara un poco, que llegara a los estudiantes con los cuales trabajan todo el día.