
Europa, en su terremoto particular, está viviendo situaciones límite: países en bancarrota o en camino de estarlo. A diferencia de la situación chilena nuestra tesitura no es volver a levantar sino, directamente, derribar servicios. Gobiernos de derechas e izquierdas aúnan ímpetus en buscar la solución y coinciden en la necesidad de recortar eso que llamamos estado del bienestar (sanidad, educación, pensiones…bibliotecas).
Los jueces ingleses han decidido que las bibliotecas no son intocables; su decisión avala las tesis del gobierno que argumenta que se pueden cerrar bibliotecas porque ya no son tan necesarias (supongo que aluden a internet, google y la posibilidad de lectura en la nube). La resolución demuestra que no hemos sido capaces de desactivar ese argumento, que no hemos sabido transmitir que el filtrado de información es riqueza económica, que somos algo más que un supermercado de bestsellers, que proponer una actividad de ocio intergeneracional puede mitigar revueltas como las que han asolado Inglaterra este verano…
Me ha tocado torear afrontar dos crisis económicas desde que soy bibliotecario, una, la de los 90, analógica e industrial y esta, financiera, en plena efervescencia de la sociedad de la información, que además de dejarnos en precario golpea nuestros cimientos. Entre ambas 20 años (en los que hemos perdido el monopolio de la información y han aparecido nuevos soportes de lectura) y una certeza: somos el chocolate del loro, sin grandes vaivenes entre las bonanzas y las penurias económicas de la administración.
Mi percepción: es posible gestionar mejor la crisis actual; creo que estamos mejor preparados ahora para sufrir un recorte presupuestario porque sabemos minimizar el impacto en el acceso a la información y podemos, mal que bien, seguir ofreciendo servicios…Claro que eso era antes de que los ingleses le quitasen el chocolate a su loro.