
¿Te animas a contarnos las tuyas?
¿Te animas a contarnos las tuyas?
Northwestern University Knight Lab es una comunidad de diseñadores, desarrolladores, estudiantes y educadores que trabajan para llevar el periodismo a nuevos espacios. Construyen herramientas – de código abierto y muy fáciles de usar – que pueden ayudar a contar historias. Tal vez la más popular sea TimelineJS.
Estuario del Barbadun a mediados del siglo XX. Muskiz. Bizkaia
Las bibliotecas seguimos siendo la primera opción para todos aquellos que necesitan información local, sea del tipo que sea, pero ya no es suficiente con recoger y difundir lo aparecido en la prensa, las publicaciones oficiales y el libro de aquel erudito que editó el ayuntamiento hace años. En la sociedad conectada el hecho local es cotidiano, plural, multimedia y se difunde a través de la redes por ciudadanos que comparten sus vivencias con otras personas. Si queremos mantener y difundir la memoria necesitamos una actitud proactiva que anime a contar nuestras pequeñas historias. Desconocemos la receta pero no alguno de sus ingredientes: asumir nuestro papel de prescriptores de información, animar a contar historias que puedan ser reutilizadas e impulsar la creación para que llegue a todo tipo de usuario y pantalla.
En la biblioteca de Muskiz, fieles a nuestra naturaleza más práctica que teórica, nos gusta, entre café y café, predicar con el ejemplo (aunque sea malo…efectos secundarios de la cafeína) así que hemos explorado las posibilidades de dos de las herramientas de Knight Lab (Storymap y Juxtapose) para contar algo sobre el río que vertebra nuestro pueblo. El resultado (en estado “alpha”): “Barbadun, el eje de la vida”.
Esperamos que os sea de inspiración 🙂
Una cuestión de valor
Las bibliotecas y sus profesionales nos encontramos en una situación complicada: no es fácil hacer frente a la adversidad económica y a sus consecuencias (disminución del presupuesto, empobrecimiento de colecciones y servicios, descenso de préstamos y visitas, cierre de bibliotecas, despidos,1) en plena crisis de identidad.
Los ciclos económicos se suceden y las bibliotecas se acompasan a su ritmo. Durante las crisis las políticas culturales sufren, el sentimiento de que las bibliotecas suponen un gasto se acentúa y toca esforzarse en demostrar su valía para minimizar los recortes presupuestarios. Lo peculiar (y preocupante) de la actual crisis es que ha venido acompañada de un argumentario que justifica recortes y cierres aludiendo a la (supuesta) obsolescencia de las bibliotecas en una sociedad digital. En un momento en el que estamos replanteando la esencia de su misión y decidiendo hacia dónde orientar el futuro se cuestiona también algo que dábamos por descontado: su (nuestro) valor social2.
En este contexto de restricción presupuestaria y nuevas necesidades sociales toma gran importancia obtener evidencias rigurosas (la evidencia no avalada con facturas es insuficiente para evitar cuestionamientos) que permitan poner en valor los servicios públicos que se prestan a la ciudadanía. Desde las asociaciones profesionales se han realizado estudios (entre nosotros son conocidos los realizados por Fesabid3, la Diputación de Barcelona4 y el más reciente del Sistema de bibliotecas de Navarra5) que demuestran, ISO 16439 mediante6, que el retorno de inversión7 de las bibliotecas es positivo. Expresar el valor de las bibliotecas en euros (con datos obtenidos gracias a las calculadoras de servicios bibliotecarios creadas ad hoc8,9) y estar respaldados por unos datos positivos (sí, efectivamente, somos inversión) nos dará confianza para negociar los presupuestos aunque (sepamos que) tal vez sea insuficiente para invertir la tendencia.
La biblioteca pública desarrolla sus funciones en ámbitos muy diversos y se configura como un agente comunitario con capacidad para contribuir a la transformación social de su entorno10. Calcular el valor social es todavía una práctica minoritaria y poco homogénea debido a la complejidad de medir una actividad no cuantificable económicamente y vinculada, en gran medida, a la generación de (beneficios sociales) intangibles13. A nosotros (parte implicada) su incidencia en la mejora de la sociedad nos parece evidente e incuestionable (podríamos esgrimir que ayudan a disminuir la brecha digital, a subir los niveles de alfabetización, a facilitar la educación permanente, la inclusión social…11,12) y creemos que es uno de los mejores indicadores del nivel sociocultural de una sociedad.
Gracias al estudio realizado por la Diputación de Barcelona14 disponemos de un marco conceptual sistematizado y útil para evaluar y comunicar el valor social que genera un servicio bibliotecario de acuerdo con una doble perspectiva: beneficios en el individuo (en términos de transformación de sus habilidades y conocimientos) y beneficios en la comunidad (en términos de transformación de la realidad y dinámicas de relación existentes en la sociedad). El estudio, que se ha centrado en cuatro ámbitos (el cultural, el social, el económico y el educativo), identifica 15 beneficios sociales y propone diez puntos sobre cómo incrementar este valor. Muchas de las acciones propuestas ya se realizan cotidianamente lo que significa que la cuestión no es tanto ofrecer nuevos servicios como mejorar la comunicación para dar a conocer y animar a participar.
Sí pero…
En la inauguración del ciclo de mesas redondas “100 Años de Bibliotecas: ¿y ahora qué? Miradas personales” organizadas por el Servicio de Bibliotecas de la Generalitat de Catalunya se preguntaban si hoy, en esta sociedad que acostumbra a relegar aquello que no puede mercantilizar, se habrían inventado las bibliotecas públicas15. Aunque preocupante, creo que el mayor problema no es de índole económica (afortunadamente las bibliotecas públicas están inventadas y en marcha… ya vendrá el cambio de ciclo) sino de percepción: se reconoce su pasado pero no se les encuentra fácil acomodo en el futuro digital. Las bibliotecas son más queridas que utilizadas y pocos las sitúan en el nuevo escenario de la formación, de la información y del conocimiento16. Estudios y calculadoras nos reconfortan como profesionales, pero ni el ROI que esgrimimos (dato que conviene tomar con un punto de escepticismo)17 ni el demostrado valor social parecen suficientes para eludir su consideración secundaria entre políticos (que la relegan a la hora de competir por financiación con otros servicios básicos18,19) y vecinos (que no encuentran tiempo para frecuentarlas). Si no conseguimos reencontrar (la idea de) su utilidad el cariño no evitará una desafección ciudadana que dificultará recobrar porcentaje presupuestario cuando cambie el ciclo económico y facilitará la toma de medidas drásticas cuando sea necesario20.
El imaginario que reflejamos
Yuval Noah Harari en su obra ¿Por qué los humanos gobiernan la Tierra? argumenta que nos diferenciamos del resto de los animales en que somos capaces de vivir en una doble realidad: la realidad objetiva (el pan que comemos, el suelo que pisamos, la casa que habitamos) y la realidad ficcionada, subjetiva, fruto de nuestras creencias, que nos hace diferentes y explica nuestra hegemonía. La realidad ficcionada existe porque hemos decidido que así sea y será válida mientras esa creencia comunal persista21. La biblioteca son ideas y sentimientos, un intangible que depende de lo que sobre ella se opina. Un ejemplo de realidad ficcionada: las bibliotecas son espacios ordenados y muy silenciosos, en los que se custodian los libros que contienen la información y el conocimiento; otro, derivado del anterior: el desarrollo tecnológico al posibilitar acceder a la información desde cualquier sitio hace de las bibliotecas espacios del pasado carentes de futuro.
Hasta el último tercio del siglo XX era una creencia generalmente aceptada que la lectura era buena en sí misma y que en la preservación de la palabra impresa descansaban los valores básicos de la civilización. Esta preeminencia que se otorgaba a la lectura se fue difuminando a medida que empezábamos a hablar más de la información y sus tecnologías. En las bibliotecas de la sociedad digital los usos innovadores de la tecnología y la aplicación de las teorías de gestión empresarial relegan a los lectores en favor de usuarios y clientes, descuidamos la lectura al intentar satisfacer «necesidades de información». Parece que hemos olvidado que el trabajo y los servicios de la biblioteca van más allá de cualquier tecnología de comunicación particular y que tiene preocupaciones que son más complejas e importantes que el almacenamiento y la difusión de información.
Nuestra actuación profesional, nuestra forma de entender, construir y mostrar la biblioteca en relación a la información y el conocimiento han contribuido a crear este imaginario que antes (con la palabra impresa) beneficiaba y ahora (con internet) perjudica. Para encarar el “no necesito bibliotecas porque tengo toda la información en internet” (que en tiempos de crisis se combina peligrosamente con el “prefiero que destinen mis impuestos a algo más necesario”) necesitamos incorporar una nueva idea de biblioteca al repertorio de elementos esenciales de la ciudadanía, un nuevo imaginario que nos traslade desde el lugar que da acceso a la información (en el que no somos competitivos con los nuevos agentes tecnológicos) hasta el espacio flexible en el que combinamos apuesta social, alfabetización digital, acceso a la información y fomento de la lectura en nuevas formas y soportes.
No existe una receta fácil, única y maravillosa pero de la misma manera que para obtener argumentos fiables y contrastables hemos realizado estudios que demuestran nuestro valor económico y social, que para negar la obsolescencia y proclamar que somos relevantes estamos decididos a forzar nuestro futuro (imaginando cómo nos gustaría que fuera y planificando actuaciones en ese sentido)22 creo que debemos aplicarnos en la construcción/transformación del imaginario. Un imaginario de escala local y larga cola, asequible a nuestra realidad y a nuestras posibilidades, comprensible y cercano para el usuario que nos frecuenta y aprehensible y moldeable por nosotros mismos, verdaderos muñidores de lo que puede llegar a ser (o no) la biblioteca de proximidad que utilizarán nuestros conciudadanos. Y para ello es inevitable preguntarse cuál es la esencia de la biblioteca que queremos transmitir y tener la autoestima para creer que vamos a ser capaces de dejar esa impronta23.
“Cuando no estés de acuerdo con el rumbo de las cosas, recuerda que el simple aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo”. Fesabid nos deseaba un feliz 2017 con este guiño a la teoría del caos24 (a nosotros, amantes del orden y los reglamentos) animando al inconformismo frente a lo cotidiano, a la introspección activa para alterar las inercias cotidianas y, porqué no, a apostar por nuestra actitud para crear una (nueva) realidad bibliotecaria en la sociedad conectada25.
Las bibliotecas en las que la mayoría empezamos a trabajar se parecían a la mía: analógicas, aisladas y autárquicas (por tanto muy vulnerables frente a las crisis), islas pertenecientes a una (sólo nominalmente) red bibliotecaria. No recuerdo cuando el islote dejó de serlo pero sí el origen del cambio: internet. La realidad del cambio que Internet ha supuesto es compleja y, en muchos aspectos, inesperada: la tecnología está cambiando el papel que desempeñan las instituciones y el espacio que tradicionalmente han ocupado; también el concepto sobre lo que es considerado normal en nuestra relación con ellas, las expectativas sobre lo que son, sobre lo que deberían ser. Nuestra propia experiencia en la red como usuarios individuales está modificando la manera en la que nos percibimos como profesionales (nos hemos acostumbrado a que las respuestas se den en tiempo real, a compartir información para difundir ideas o buscar financiación para proyectos, a cierta filosofía basada en una organización más horizontal, de abajo a arriba, no jerárquica) y nos anima a intentar romper el aislamiento y convertir nuestra biblioteca (tal vez sin saberlo) en un nodo receptivo y activo de una red distribuida26. Cobra significado el mensaje de Fesabid, la posibilidad del aleteo en sí mismo; aleteo que se producirá siempre que seamos capaces de asumir y facilitar la interconexión (cooperación, trabajo en red, benchmarking, co-creación) y que ayudará a recuperar la utilidad, a esquivar la supuesta obsolescencia digital.
Absorto (es un decir) intentando explicar qué es la porosidad, levanto la cabeza del mostrador y veo, agrupados frente a la puerta y en espera de una indicación de la profesora para entrar todos juntos, un grupo de escolares. Entran ordenadamente y se distribuyen buscando cada cual el rincón que más le agrada; conocen el espacio y la dinámica de uso gracias a aquella primera visita (concertada) de “descubrimiento” que tuvo su continuidad un par de veces al mes cuando, en función de sus necesidades y sin cita previa, se acercan hasta la biblioteca “en la hora de lengua”. En su momento, intrigados por la asiduidad de sus visitas, preguntamos a la profesora el porqué; nos comentó que, simplemente, porque consideraban que la biblioteca era un lugar ideal: está relativamente cerca (el traslado en sí es contemplado como parte del aprendizaje), tiene un fondo bien seleccionado con el que no pueden ni soñar en su centro escolar, el espacio es muy agradable, el resto de usuarios no ponen malas caras ni quejas airadas 28 y l@s bibliotecari@s se muestran receptivos (dejan hacer)… Ser como somos, nuestra forma de entender, construir y mostrar la biblioteca hace de esta un recurso valioso para el centro escolar (que lo ha integrado en su curricula) y un lugar “no obligado” e incluso lúdico para ese grupo de chavales, muchos de los cuales se acercan de vez en cuando a pasar la tarde. Ser “porosos” (disminuir las barreras entre la institución y los usuarios; hacer de la biblioteca un espacio utilizable) es la condición previa a cualquier tipo de colaboración con otros agentes, depende de uno mismo y es aplicable a todo tipo de biblioteca independientemente de sus recursos y posibilidades económicas. Y si bien no ha impedido un nuevo recorte presupuestario (ay, la economía) sí nos permite ofrecer una imagen más fresca y que una parte de nuestra comunidad nos reencuentre la utilidad… que no es poco.
1 En España el número de bibliotecas ha dejado de crecer desde 2010, provocando un envejecimiento de las colecciones. Además, entre 2009 y 2014, el gasto en adquisiciones ha descendido de 1,50 euros a 56 céntimos por habitante. Debido a esto, a pesar de que se ha producido un incremento en el número de inscritos en las bibliotecas, han descendido también los préstamos y las visitas. http://anatomiadelaedicion.com/2017/01/panorama-de-la-lectura-en-espana-informe-fgee-2017/
2 La digitalización de la cultura desborda la lógica de los equipamientos culturales tradicionales y las bibliotecas públicas se enfrentan a la caducidad de buena parte de sus principios https://ddd.uab.cat/pub/caplli/2015/163522/biblioteca.pdf
3 Estudio FESABID: El valor económico y social de los servicios de información: Bibliotecas. http://www.fesabid.org/repositorio/federacion/estudio-fesabid-el-valor-economico-y-social-de-los-servicios-de-informacion-b
4 El retorno a la inversión de la Red de Bibliotecas Municipales de la provincia de Barcelona (2007-2011) http://www.diba.cat/documents/16060163/22275360/ROI_edicio_web_castellano.pdf/1f863db6-db0a-4cf6-af69-d7675cddd2c4
6 La ISO 16439 expone cómo debe medirse el impacto económico de las bibliotecas http://www.iso.org/iso/catalogue_detail.htm?csnumber=56756
7 El ROI en bibliotecas está entre 2,80€ y 3,83€, por euro invertido. http://www.fesabid.org/federacion/noticia/el-estudio-realizado-por-fesabid-demuestra-el-valor-que-las-bibliotecas-aportan-a
10 Huysmans, Frank; Oomes, Marjolein. «Measuring the public library’s societal value: a methodological research program». En:World Library and Information Congress: 78th IFLA General Conference and Assembly. Helsinki: IFLA, 2012. 14 p.
http://conference.ifla.org/past-wlic/2012/76-huysmans-en.pdf
11 Gómez-Hernández, José-Antonio; Hernández-Pedreño, Manuel; Romero-Sánchez, Eduardo (2017). “Empoderamiento social y digital de los usuarios en riesgo de exclusión de la Biblioteca Regional de Murcia, España”. El profesional de la información, v. 26, n. 1, pp. 20-32. http://recyt.fecyt.es/index.php/EPI/article/view/5469
12 De nuevo, una imagen que muestra cómo la biblioteca ayuda a dismunuir la brecha digital es un factor que incrementa la vulnerabilidad porque la carencia de acceso y de competencia limita o excluye el conocimiento, la comunicación, las relaciones, el trabajo o el ejercicio de derechos “Yo, Daniel Blake” (Ken Loach, 2016) https://vimeo.com/188997363.
13 Berryman, Jennifer. Sustaining Communities: Measuring the Value of Public Libraries.Sídney: State Library of NSW for the Public Library Network Research Comité, 2005. 41 p.
https://www.sl.nsw.gov.au/sites/default/files/sustaining_communities.pdf
14 TOGORES, Rosa, El valor de las bibliotecas públicas en la sociedad: El caso de la Red de Bibliotecas Municipales, Barcelona: Diputación de Barcelona, 2014
16 Los expertos del sector de la información y las nuevas tecnologías que contribuyeron en el análisis del informe de Tendencias de la IFLA no encuentran a biblioteca y bibliotecari@s como agentes clave en las tendencias de futuro relacionadas con el acceso a la información, la educación en línea, la nueva economía de la información… http://trends.ifla.org/
17 Si desconfíamos de las estimaciones que se hacen cuando hablan del monto de, por ejemplo, la piratería digital cómo no hacerlo de las que realizamos sobre el valor económico de nuestros servicios.
18 ¿Cómo explicar que con un retorno de 5£ por cada 1£ invertida en UK no cesen las noticias del cierre de bibliotecas? http://www.bl.uk/aboutus/stratpolprog/increasingvalue/index.html
19 Libraries lose a quarter of staff as hundreds close http://www.bbc.com/news/uk-england-35707956
20 los recortes y cierres asumidos como indoloros en términos políticos durante una crisis se agravarán cuando la situación sea más crítica, como decidir qué equipamientos deben ser reconstruidos tras una catástrofe… http://www.makaia.org/index.shtml?apc=t1-48—&x=1304
21 Yuval Noah Harari ¿Por qué los humanos gobiernan la Tierra?
https://www.ted.com/talks/yuval_noah_harari_what_explains_the_rise_of_humans?language=es
23 A menudo los modelos de biblioteca de futuro que nos proponemos en Jornadas y Congresos profesionales están tan alejados de nuestra realidad cotidiana que resultan poco creíbles e irrealizables y más que animar desaniman.
26 No estoy pensando en la red bibliotecaria administrativa aunque pueda tener alguna intersección.
28 “El silencio es un servicio que esta biblioteca ofrece pero no garantiza” https://biblioblog.org/2009/09/24/descatalogando/
Dada la poca imaginación de esta biblioteca (la mala praxis siempre en primera persona del singular, que somos muy susceptibles…) acostumbramos a martirizar a nuestros lectores con la mismas historias: las novedades, guías de lectura, algunos eventos especiales…; el pdf está muy bien para los folletos en papel pero cuando lo que queremos es que nos hagan caso desde un teléfono móvil (qué menos ahora que nos hemos lanzado a la conquista de las redes sociales) lo que enviamos desanima a cualquiera (sí, confieso, decidí escribir esto cuando en la pantalla del móvil me topé, una vez más, con un tuit bibliotecario que enlazaba a un pdf incrustado en Issuu).
Hay muchas herramientas que nos ayudan a soventar ese problema. Hasta que dejó de existir nos gustaba utilizar Storehouse porque permitía combinar texto, fotos y vídeos de una manera muy sencilla y con un resultado visual muy llamativo; también porque no exigía del lector darse de alta ni descargarse ninguna aplicación para ser consultada -algo sobre lo que ya reflexionó @narroyo -. Su defunción en julio de 2016 nos dejó huérfanos.
Hemos aprovechado las navidades para buscar sustitutos y hemos encontrado dos posibles candidatos.
Ambas son muy fáciles de usar y (muy importante) se adaptan a todo tipo de pantallas. Otra herramienta que nos parece muy aprovechable es Storify. Dice @jguallar en Curación de contenidos en bibliotecas mediante plataformas social media:
“Roda”. Joan Brossa —1969-1989 Poema-objeto 114 x 114 x 30 cm Colección MACBA. Consorcio MACBA. Fondo Joan Brossa. Depósito Fundación Joan Brossa
Moraleja: Ya sabemos que no somos originales ni en lo que contamos ni en el uso de la tecnología pero no es necesario descubrir la rueda todos los días, a veces es sufuciente con hacerla rodar de vez en cuando…
Aprender a mirar, enseñar a mirar (I)
¿Qué es la biblioteca? Pigmentos y trazos
La naturaleza cambiante de los documentos (tablillas, papiros, pergaminos, papel, bytes) y sus condiciones de acceso condicionan nuestro concepto de biblioteca, bibliotecario y usuario. Con la digitalización el documento pierde el soporte y estas definiciones la consistencia; colección, usuario y bibliotecario adquieren un significado diferente que nos hacen cuestionar lo que es y debe ser la biblioteca y cuál será nuestro papel. Recurrir a la biblioteca porque es el lugar donde se encuentran los libros (todavía nuestro mayor activo) se agota; conseguir que los ciudadanos nos sigan considerando opción para obtener información es cada vez más complicado y no creo que estemos en disposición de transformarnos en un “makerspace” sin libros de la noche a la mañana. ¿Dónde se encuentra la esencia de la biblioteca que queremos ofrecer?, ¿tenemos que rellenar con tecnología los huecos dejados por los libros que no vamos a comprar?, ¿seguirá siendo la lectura nuestro eje vertebrador?, ¿hacia dónde debemos dirigir la mirada ahora que el libro parece no tan importante?
Nos gusta imaginar las futuras bibliotecas como espacios dinámicos y abiertos, transitados por personas que utilizarán la tecnología para aprender, hacer y enseñar. A mi también, y creo que estará a nuestro alcance si apostamos por abandonar nuestra zona de confort para superar dinámicas consideradas consustanciales. Y a veces no será fácil:
Queja sobre el funcionamiento de la biblioteca enviada al ayuntamiento de Muskiz y contestación a la misma.
“Buenos días! En el día de ayer 17/05/2016 me encontraba junto a otras personas en la biblioteca y llegaron unos chavales montando bastante jaleo. Le dijimos a la encargada de la biblioteca que por favor les dijera algo ya que en una biblioteca una de las normas es estar en silencio y más que nada por respeto a las personas que allí nos encontrábamos. La respuesta que nos dió fue inaudita: que si necesitábamos silencio nos fuéramos al aula de estudio que hay habilitada al lado. Por supuesto abandonamos la biblioteca varias personas, pero no es justo que las personas que cumplimos las normas seamos las que tengamos que abandonarla porque los responsables no hagan su trabajo.
Un saludo”
“Hola A, muchas gracias por hacernos llegar tu queja.
Los espacios bibliotecarios son, hoy en día y por méritos propios, unos de los principales espacios comunitarios de las sociedades contemporáneas. Esta socialización basada en la igualdad de acceso a los recursos de información y de conocimiento ha permitido incorporar nuevos perfiles de usuarios y también nuevas formas de usar, entender e interactuar con la biblioteca. Estas nuevas formas de uso de la biblioteca han añadido a las mismas una nueva variable: la gestión del ruido. El silencio es un servicio que la biblioteca ofrece pero no garantiza.
La biblioteca de Muskiz es un espacio al que a diario acuden muchas personas y los responsables intentan dar el mejor servicio conciliando todas las necesidades: hay personas que necesitan estudiar, otras conectarse a internet, muchos niños vienen al club de lectura, adultos a por libros…la variedad de tareas a realizar por el personal de la biblioteca es muy variada, entre ellas mantener el orden. Conseguir un equilibrio que satisfaga a todos es difícil.
En esta biblioteca no hay ninguna norma sobre la obligatoriedad de estar en silencio pero, sabedores de su importancia para el estudio y la lectura, tenemos una sala de estudio en la que, ahí sí, hay que respetar el silencio.
Ayer por la tarde pasaron por la biblioteca 75 personas, sobre las 17:00 habría unas 40, y en ningún momento hubo «jaleo» aunque sí ruido. Al ver que empezaba a haber muchas personas usando nuestros servicios nos limitamos a recordar a los usuarios que necesitaban silencio que tenían a su disposición la sala de estudio.
Atentamente
Fernando Juárez. Bibliotecario»
Los automatismos delatan que seguimos muy condicionados por cómo hemos interiorizado lo que debía ser una biblioteca. Los profesionales nos sentimos cómodos en el tradicional y poco conflictivo ecosistema colección-estudio-silencio, nos sigue preocupando más la integridad y la salvaguarda patrimonial que la difusión (estoy pensando, por ejemplo, en las políticas de préstamo con sus multas y sanciones); los usuarios nos siguen viendo como suministradores de libros, de información (… aunque pueden recurrir a agentes tecnológicos que están mejor preparados para suministrar datos) y de un espacio de silencio. No creo que consideren (consideremos) que su papel en la biblioteca vaya más allá de usar el wifi, sentarse y pedir un libro.
Si nuestra propuesta se estanca en el monocultivo libro-estudio-silencio el uso de la biblioteca será muy estacional, perderá la atención de los usuarios y nuestro papel profesional será irrelevante/prescindible. Para el futuro imaginado necesitaremos superar estereotipos, alterar inercias y evitar perdernos buscando altamiras tecnológicas* (tan inalcanzables para la mayoría de las bibliotecas en el entorno digital como anteriormente en el analógico). Por eso me gusta la idea de bibliotecas como espacios demandados (y financiados) por la comunidad, acondicionados, administrados y orientados por bibliotecarios y dedicados a la creación de conocimiento para mejorar la vida de la comunidad a la que sirven que nos propone David Lankes. Me gusta por el protagonismo que concede a las personas (profesionales y usuarios), por la confianza que muestra en nuestras posibilidades. Bajo su punto de vista las colecciones (o la tecnología) no son la finalidad sino la herramienta para conseguir un propósito superior: mejorar la sociedad a través de la creación de conocimiento. Y apunta hacia dónde dirigir la mirada: “no estamos en el negocio de la información; estamos en el negocio del conocimiento lo cual nos sitúa en el negocio de la conversación”.
Conformar y organizar una rica y variada colección, crear servicios de búsqueda y referencia, asesorar a los lectores, facilitar el acceso a recursos, proporcionar un ambiente adecuado y seguro, motivar a las personas… son acciones al alcance de todo tipo de bibliotecas que nos permiten aprovechar las inercias de nuestro pasado-presente (con las que nos sentimos cómodos) para facilitar esa creación de conocimiento que hará que nuestras comunidades estén mejor preparadas. Francamente, lo de crear conocimiento me parece un poco pretencioso pero sí que podemos mejorar la comunicación con nuestros usuarios y propiciar un ambiente distendido que facilite esa conversación que tal vez se convierta en el germen del conocimiento. La receta: alterar las inercias y aprender-enseñar a mirar la biblioteca de otro modo.
Alterar las inercias
Cuando empecé a trabajar en la de mi pueblo sabía qué caracterizaba una buena biblioteca y buscaba ofrecérsela a mis usuarios. Consideraba, como la mayoría que nunca se ha acercado a una, que era un combinado de libros (muchos, buenos y variados) y (extremo) silencio para propiciar el estudio, la lectura y la reflexión. Aunque construir una gran colección se escapaba de nuestro presupuesto sí podíamos (y debíamos) al menos salvaguardar el silencio. Y, ya es mala suerte, nuestra biblioteca tenía una puerta con una ventana de cristal por la que se asomaban a curiosear los que acudían a otros servicios de la casa de cultura. Me molestaba sobremanera que, tras el fisgoneo, los más osados entrasen a saludar a algún conocido o incluso a mí, ¡el bibliotecario!… Mi primera decisión profesional importante fue ordenar cambiar la puerta.
La puerta es la primera toma de contacto que proponemos y condiciona nuestra comunicación. Si es opaca aísla, encapsula el espacio, no invita a entrar a quien no tenga algo concreto que hacer dentro. La disposición del espacio, el mobiliario, la señalización también anticipan qué podemos esperar y cómo debemos comportarnos. En nuestra biblioteca nada invitaba a entablar una conversación que no veíamos necesaria; quien traspasaba la puerta susurraba para no alterar el silencio. Esa era la realidad ajustada a cómo entendíamos y definíamos la biblioteca.
Internet nos ha cambiado. Empezamos a vislumbrar que tal vez exista una biblioteca sin papel pero no sin personas. La colección, sea de la naturaleza que sea, sigue siendo nuestro mayor activo y ,tal y como la entendemos ahora, para mejorarla necesitamos ser visibles y animar a participar por muy ruidoso que sea. Tras veinte años buscando y forzando el recogimiento lo primero que hicimos al reformar la biblioteca fue cambiar la puerta por una totalmente diáfana, de cristal. El cristal nos hace más transparentes, ensancha el espacio, anima a entrar, invita a conversar. Esa es la realidad ajustada a cómo entendemos y defendemos ahora la biblioteca.
Aprender a mirar, enseñar a mirar
¿Qué pensamos de alguien que acude a la biblioteca? La mayoría convendremos en que necesita algo que la biblioteca (nosotros) le puede ofrecer y creo que estamos en lo cierto (probablemente los usuarios tendrán una opinión parecida). Sin embargo, esa manera de mirar y entender lo que sucede (el usuario pide, nosotros damos) condiciona los roles (nos otorga un mando en plaza que acentúa la pasividad del usuario), encorseta los servicios y nos sitúa en un plano divergente al futuro imaginado.
Hemos comentado que la naturaleza cambiante de los documentos condiciona nuestro concepto de biblioteca, bibliotecario y usuario. ¿Y si nos planteásemos, dada esa naturaleza cambiante, que quien viene a la biblioteca es un potencial documento que podría enriquecer la colección? Quien necesita información implícitamente nos está diciendo que ese tema por el que pregunta le interesa, que quiere/necesita aprender más y que, probablemente, pueda tener cierto dominio sobre él. ¿Cómo sabremos si quien viene a pedir nos puede dar?, ¿cómo hacemos saber al usuario que tiene un conocimiento que nos interesa? Actuando como los arqueólogos con los espeleólogos: enseñando a nuestros usuarios esta nueva manera de entender su protagonismo en la biblioteca, diciéndoselo con hechos. Nos ayudará ser menos estrictos con el silencio, ser proactivos preguntando, pidiendo la opinión, animando a que las personas que acudan a la biblioteca crucen palabras, se conozcan. La conversación (formal o informal, presencial o virtual) es una actividad gratificante que crea un clima de complicidad que animará a compartir ideas, pedir ayuda, y , porqué no, a crear nuevos contenidos.
Replantear la comunicación, actualizar lo que hasta ahora entendíamos como “puntos de contacto” (el edificio en horario determinado), reconsiderar jerarquías, crear el entorno adecuado para posibilitar múltiples conversaciones (profesional-usuario, profesional-profesional, usuario-usuario) es lo que diferenciará una biblioteca suministradora de información, inviable en la sociedad conectada, de una biblioteca que aspira a mejorar la comunidad. Nuestra actitud mostrará este cambio en el modo de entender y hacer. Lo de la creación de conocimiento, si tiene que llegar, ya llegará.
Este escrito recoge a grandes rasgos las ideas que quise transmitir durante mi intervención en las Jornadas Transferencias II (Madrid, 11 y el 12 de marzo de 2016) y acaba de ser publicado en el Boletín de ANABAD.
* “si ha lugar redefinir la biblioteca para el futuro, cosa que ciertamente tiene sentido hacer, no ha de ser a partir de un nuevo marco tecnológico sino, de un marco sociológico, e incluso me atrevería a decir antropológico.Olvidemos los soportes documentales y preguntémonos qué necesidades cubría y qué necesidades debe cubrir la biblioteca” Anglada, Lluís . Rellenando espacios: las bibliotecas como tejido conector en una sociedad densa = Filling in spaces: libraries as connecting tissue in a dense society., 2016 In: Bibliotecas 2029 : Documentos de las Jornadas «Bibliotecas 2029». Murcia: ANABAD, pp. 79-83. [Book chapter] [fecha de acceso 17 Junio 2016]
*Nota del @ferjur para entender el texto. En Euskadi funciona un servicio de préstamo interbibliotecario (financiado por el Gobierno Vasco) que junto con el catálogo unificado y el carnet único han ayudado (bajo mi punto de vista) a mejorar la calidad del servicio ofrecido. Por diversas razones (carga de trabajo extra que no se puede/quiere asumir, considerar que el esfuerzo presupuestario propio debe revertir exclusivamente en la propia biblioteca y sus vecinos, desacuerdo con las «reglas de juego» mínimas…) no todos pensamos lo mismo.
La biblioteca de Muskiz ha experimentado un gran salto de calidad gracias al apoyo de esas bibliotecas que han apostado por el préstamo interbibliotecario y quería dar las gracias. Aprovecho el mensaje que hemos enviado a nuestros colegas de las bibliotecas de Euskadi para volver a visitar este blog.
Mila esker / Muchas gracias
Desde que empecé a trabajar mantengo una hoja de cálculo en la que apunto asistencias y préstamos. Sí, la biblioteca es algo más («mucho más» nos gusta pensar) que lo que insinúan esos dos indicadores pero los considero un buen termómetro. A 1 de enero nuestro reto es superar la cifra del 31 de diciembre y cada final de año me entretengo, más de lo razonable, contando los préstamos que faltan o sobran para lograr el objetivo. 11.724 marcaba la casilla final en 2015; a pesar de recortes y paradigmas digitales, para este 26 de diciembre ya habíamos trasegado más de 11.724 libros, revistas, películas y saludos. Como en años anteriores, el logro sería inalcanzable sin el préstamo interbibliotecario (el 5% de esos préstamos, unos 620 ítems. Mapa de procedencia).
Nunca me había planteado lo que supondrían en dinero los servicios que prestamos; incluso ahora que necesitamos demostrar que no somos gasto sino inversión miro con escepticismo las cuentas que realizamos sobre la biblioteca (si desconfío de las estimaciones que se hacen cuando hablan del monto de la piratería digital cómo no hacerlo de las que realizamos sobre el valor económico de nuestros servicios). Aún así, para poder hablar en el mismo registro que utilizan mis políticos cuando me tocan los presupuestos, recurro a la calculadora bibliotecaria que han preparado nuestros colegas navarros: a ver, 12,90 € el préstamo del libro, 1,92 € las revistas, 2,63 € las pelis, 8,74 los cds… por 11.7ymuchas transacciones en 2016… unos 100.000 € de servicios prestados y no cobrados. El 5% del préstamo realizado en Muskiz gracias al aporte de otras bibliotecas ha permitido ahorrar/sobredimensionar/ofrecer servicios adicionales por un valor de 7.740 € (más que el presupuesto asignado para compras de fondos en 2016).
Me parece que las cifras (necesarias aunque no sé si creíbles…concedámonos el beneficio de la duda) no reflejan toda la realidad. El préstamo de un libro, más allá del argumento del (hipotético) retorno de la inversión que podemos emplear para negociar presupuestos, nos ofrece la oportunidad de conversar y «exponer/mostrar/vender» un renovado concepto de biblioteca (ahora que estamos tan necesitados de demostrar «valor»). Y sabemos (porque así nos lo hacen saber los lectores) que cuando lo que prestamos viene de otras bibliotecas la satisfacción aumenta, se modifica (para bien) nuestra imagen y la creación de valor se multiplica. El valor es un intangible que depende de los estados de ánimo…
Muchas veces nos preguntan sobre los mejores servicios bibliotecarios; siempre apunto tres:
– la amabilidad de l@s profesionales (el factor humano),
– el wifi abierto y sin contraseñas (oferta tecnológica amigable y flexible)
– el préstamo interbibliotecario (esa cooperación que permite el reescalado de nuestros servicios).
La combinación de los tres hace que quien entra en una biblioteca, bien como usuario, bien como profesional, se sienta cómodo. La amabilidad y el wifi corren de mi cuenta, el préstamo interbibliotecario de la vuestra. Y por eso quiero daros las gracias.
Gracias porque nos ayudáis a paliar las deficiencias presupuestarias, a gestionar mejor nuestro fondo, a mover libros que no sabíamos que estaban en nuestras baldas, a recibir felicitaciones por hacer nuestro trabajo; gracias porque estamos haciendo sentirse especial al usuario que espera un libro, una película y se alegra con el mensaje que le anuncia que ya ha llegado y que, cuando quiera, puede pasarse por la biblioteca; gracias por ese vecino que ha vuelto porque le han comentado que si necesita un libro los de la biblioteca se lo traen de donde haga falta; gracias porque nos demostráis que se puede ser parte de una gran biblioteca (la mayor de Euskadi, no lo olvidemos) sin perder personalidad, autonomía e idiosincracia; gracias porque asumís un trabajo extra en vuestra ya de por sí saturada jornada. ¡Ah! y gracias por esa lección de «Reciclaje aplicado al embalaje de libros» que me dispongo a poner en práctica para devolver lo que os debo 🙂
Feliz año nuevo / Urte berri on
Panel con representaciones figurativas de Lumentxa (foto: SINC http://www.agenciasinc.es/Noticias/Descubiertas-pinturas-rupestres-en-la-cueva-de-Lumentxa)
Me sorprendió la noticia del descubrimiento realizado en la cueva en la que estuve de excavaciones hace años. Recuerdo que al inicio de cada campaña recorríamos infructuosamente su interior en busca de pinturas o grabados. No supimos ver, a pesar de tenerlos allí mismo, el caballo y el bisonte que veinte años después han descubierto el mismo grupo investigador responsable de los hallazgos que se están dando a conocer en las cuevas de la zona. Sorprende que muchos de estos descubrimientos de arte paleolítico se hagan en cavidades ya conocidas e incluso excavadas por arqueólogos.
Detrás de los hallazgos que están rellenando el “vacío vasco” (entre los especialistas se conoce así a la ausencia de arte rupestre entre el suroeste de Francia y la Región Cantábrica, algo cuanto menos curioso al ser esta zona el nexo de unión entre ambos territorios) encontramos una nueva estrategia de estudio: mirar de manera diferente las paredes de las cuevas.
Pensar que todo el arte rupestre tenía que ser tan espectacular como el de los grandes santuarios nos impidió ver una realidad que, simplemente, variando la mirada quedaba al descubierto; una pequeña mancha de pigmento, un trazo grabado en la pared no tienen la espectacularidad de los bisontes bien perfilados pero indican la posible existencia de manifestaciones artísticas. Dentro de esta nueva estrategia los arqueólogos están también “enseñando a mirar” a los espeleólogos, verdaderos descubridores y conocedores de las cavidades, quienes, preguntados por no haber reparado en la presencia de pinturas y grabados en cuevas que frecuentaban, confesaban que es difícil fijarse en un pigmento cuando estás buscando altamira.
Hasta hace no mucho nuestros santuarios eran esas bibliotecas de presupuestos generosos, plantillas amplias y grandes colecciones situadas en edificios emblemáticos. Los profesionales buscábamos replicar, en la medida de nuestras posibilidades, lo considerado canónico en todo tipo de bibliotecas: buena selección de documentos, descripción y clasificación normalizada para facilitar su recuperación, espacio optimizado para albergar una colección cuanto más amplia mejor, estrictas normas de preservación y, ya puestos, de consulta. El objetivo tal vez fuese facilitar el acceso a una información escasa pero la fortaleza de la biblioteca a la que aspirábamos era la colección con el libro como centro de todos los servicios.
Producir y distribuir información digitalmente está transformando nuestros santuarios. Los libros impresos, aún siendo muy importantes, ceden presupuesto, espacio y esfuerzos a nuevas propuestas que también condicionan nuestra mirada. Se nos invita a olvidar lo que pensa(ba)mos y a cambiar las reglas: la esencia de la biblioteca parece residir en la apropiación y uso de la tecnología en un espacio que necesita quitar baldas, volverse más informal e incluso renunciar al papel. ¿Informal y sin papel? ¡Pero si llevamos siglos ensalzando y defendiendo la necesidad del comportamiento ordenado, del silencio, del libro como piedra angular y eje de nuestra actividad!
Continuará… (o eso espero).
Creo que así comenzaré mi conversatorio con Gonzalo Moure en el V Seminario Internacional de Bibliotecas Públicas: “Leer el Futuro”
Hace poco aproveché un viaje para visitar bibliotecas y reencontrar amigas. Nuestras colegas, con muchos años en la profesión, estaban preocupadas: la afluencia de niños desciende año tras año y creen que el recién estrenado préstamo digital nos quita usuarios. Tenían dudas sobre cómo encarar un presente en el que la oferta de información es abundante, desplazarse a por un libro ya no es tan necesario y conseguir que nuestros vecinos nos dediquen parte de su tiempo libre es cada vez màs caro. Para colmo, los modelos de biblioteca de futuro que les acababan de mostrar en el último congreso del que acababan de regresar (innovación acompañada de presupuesto generoso y diseño de vanguardia) minaba su confianza y las sumía en el pesimismo.
Acudir a saraos profesionales es un acto social necesario para intercambiar ideas que te ayudarán a hacer más llevadero el día a día mientras lo pasas bien. Una de las pocas cosas que le pido a un congreso es que suba la moral de la tropa, imprescindible si trabajas en una biblioteca con todo esto del cambio de paradigma informacional y los recortes de la crisis. Un buen organizador de congresos debe sopesar muy bien la “sociología” de los asistentes; mostrar buenos ejemplos que hagan reflexionar no debería ser incompatible con fomentar la autoestima y el empoderamiento…
Creo que el último Fesabid ha conseguido que muchos de los asistentes hayan sentido que eran del mismo centro de Bilbao (te aclaro que el bilbaíno lleva la autoestima de serie y no hace falta que le expliquen el significado de “empoderamiento) y hayan vuelto a casa pensando eso lo puedo hacer yo y con la intención de hacerlo.
Nota: texto escrito para el Grupo Thinkepi y publicado originalmente en la lista IweTel. La intención es provocar reflexión y debate, así que cualquier comentario al respecto será muy bienvenido.
Escenas cotidianas: el juego, la música y la lectura
Un niño jugando con bloques de construcción, una escena que lleva produciéndose muchos años en cualquiera de nuestros hogares… LEGO, fundada en los años 30, vive uno de sus mejores momentos pero en 2003 estuvo al borde de la desaparición; los niños se estaban alejando de los juguetes tradicionales atraídos por las nuevas tecnologías y la compañía, aunque muy popular, no encontraba la forma de ofrecer lo que estos querían. La empresa superó el momento crítico volviendo a los orígenes (apuesta por los productos estrella de siempre), cerrando líneas poco productivas (reducción de costes) e implementando pequeñas innovaciones tecnológicas para mejorar la experiencia del usuario (entre ellas, la mejora de la presencia en Internet creando su propia red social y diseñando una comunidad online donde la gente pudiera compartir sus creaciones).
LEGO apuesta por el bloque de toda la vida y, sin perder de vista el futuro digital, se esfuerza también en implicar a las personas utilizando los nuevos canales de comunicación.
Una persona sentada en un transporte público, mirada absorta, auriculares en los oídos, una escena que lleva produciéndose muchos años en cualquiera de nuestros trenes y autobuses… En 2014 se ha dejado de vender el reproductor musical de bolsillo que propició el terremoto en la distribución musical: el iPod Classic. Tony Fadell, uno de los creadores del primer iPod, intuía esa desaparición desde el momento mismo en que se empezó a comercializar. «En el 2003-2004 nos empezamos a preguntar qué es lo que mataría el iPod. Y aún en esa época ya vimos que sería el streaming. Lo llamábamos «el reproductor celestial en el cielo». Y eso es lo que tenemos ahora: la música en la nube y contenidos en streaming.»
«En cuanto al futuro de la música, no se trata ni del iPhone ni del iPad. Se trata de aplicaciones que lean tu mente. Ahora que tenemos acceso a toda la música que podemos imaginar, la gallina de los huevos de oro pasa a ser la capacidad de descubrir esa música. […] Que ese reproductor celestial te dé la canción adecuada en el momento adecuado».
Una persona acercándose a la biblioteca para coger un libro, una escena que lleva produciéndose muchos años en cualquiera de nuestras bibliotecas…¿y si analizamos la escena teniendo en cuenta la experiencia de LEGO y el fin del IPod?
Escenas cotidianas: del libro a la lectura, de la desiderata a la experiencia del usuario
Últimamente, con e-biblio, e-liburutegia y su tímida oferta de préstamo digital, la escena está sufriendo pequeñas variaciones: en la colección hay libros que pertenecen a terceros que imponen condiciones que la biblioteca repercute en los usuarios, esto tienen más opciones para obtener lectura y deciden si merece la pena otorgar valor a lo que las bibliotecas ofrecen. Estamos dejando de pensar en clave de objeto (libro) y empezamos a valorar la importancia del acceso al contenido (lectura): el préstamo ya no es necesariamente presencial ni acudir a la biblioteca imprescindible.
La biblioteca ofrece una colección amplia, plural, bien construida, garantiza el anonimato, no considera al lector como un producto, el poder adquisitivo no es un problema para usar sus servicios; lleva tanto tiempo asociada al libro y a la lectura que la «marca» biblioteca es un gran activo…pero al igual que con la música, el streaming y el leer todo lo que quieras por 10 euros al mes está a la vuelta de la esquina. Acudir a la biblioteca porque allí se encuentran los libros tiene fecha de caducidad.
Seguimos teniendo muchos libros en baldas (y los seguiremos teniendo) pero nos equivocamos si nos empeñamos en pensar que lo nuestro es más el libro que la lectura; si identificamos plataforma de préstamo con estrategia digital, el libro con nuestro bloque…. No, en la era del streaming no iremos a la biblioteca a por libros, pero tal vez sí a por esa recomendación, a por esa experiencia de lectura compartida (nuestro verdadero bloque).
Ahora que el libro y el espacio físico están dejando de ser imprescindibles necesitamos a nuestros lectores para perfilar colecciones y mejorar «la experiencia del usuario»
En la economía de la información el valor de las cosas depende de los usuarios. Cada vez que alguien se acerca a la biblioteca tenemos un potencial creador de valor, una pequeña inversión para ese futuro que nos preocupa, un futuro que no existirá si no es con una comunidad lectora alrededor de la biblioteca. Siempre ha habido personas que nos han comentado sus lecturas, si el libro les ha gustado o no; comentarios que muchas veces no hemos valorado en su justa medida.
Para ese tipo de lectores la biblioteca no es almacén sino plaza donde poder intercambiar impresiones; plaza que frecuentarán con sus amigos si se sienten valorados y correspondidos.
Empezar a mirar con otros ojos a quien viene a por un libro y animarle a, junto a nosotros, recomendar y fomentar la lectura, es clave para el futuro en streaming que se avecina.¿Por qué no aprovechar el mostrador tradicional para construir el virtual del futuro?, ¿por qué no democratizar la recomendación de la lectura “en presencial” para implicar a nuestros lectores en la construcción de la recomendación “en virtual”?
La construcción del fondo bibliográfico es toda una declaración de intenciones: empezamos a recomendar cuando realizamos la selección. Podemos argumentar que en esa selección teníamos en cuenta a nuestros usuarios a través de las desideratas, esa petición en la que quedaba claro quien decidía.
En la era del acceso invitar al usuario a que nos diga que le interesaría a ver si lo tenemos en cuenta en la próxima compra ya no tiene sentido; el tiempo de la desideratas, entendida como una gracia, ha pasado.
Lo interesante es saber qué opina, qué comenta, qué busca, qué recomienda y aprovechar esa información para, sin olvidar la calidad y la pluralidad que se nos supone, ofrecer servicios de lectura más personalizados.
Fíjate, ahí está la usuaria acercándose al mostrador; comenta con tanta pasión el libro que está devolviendo que dan ganas de dejar todo lo que tienes entre manos y ponerte a leer. Y mira esa otra que escucha mientras espera a ser atendida y pregunta si se puede llevar el libro que acaban de dejar. A nada que te descuides se establecerá una conversación entre ambas (“Ya verás cómo te va a gustar”) que molestará a los estudiantes del fondo. Dependiendo de nuestra forma de ser:
o, por contra,
Aunque no hayamos preguntado el lector siempre nos ha dicho lo que le gusta y hemos empleado esa información para difundir la impersonal y muy solicitada lista de los libros más prestados, clave para mejorar las estadísticas de préstamo. Si estamos tan convencidos de la importancia del usuario ¿por qué no poner el acento en la persona y en la lectura que recomienda? ¿por qué no preguntar directamente para saber lo que le gusta?, ¿por qué no apelar a la creación de un vínculo afectivo entre el lector, la lectura y la biblioteca que les ha puesto en contacto y animar a otras personas a vivir esa experiencia?; y ya puestos ¿por qué no usar las nuevas posibilidades tecnológicas y los nuevos canales de comunicación para hacerlo? LEGO lo ha hecho, sigue vendiendo (analógicas) piezas de plástico y parece que no le va mal.
¿También te pones nerviosa cuando se te acumulan los usuarios en el mostrador? Los que trabajamos en solitario pasamos en un instante de la soledad más absoluta a estar desbordados durante diez minutos por personas que han decidido que, por ejemplo, cuando has decidido ir a tomar el café (sí, confieso, todos los días) es un buen momento para solicitar un préstamo, pedir ayuda para imprimir un documento o interesarse por un libro del que han oído hablar pero que no encuentran en ninguna parte.
El préstamo y la impresión son demandas rutinarias que exigen tiempo pero no reflexión; si todo va bien (conexión a internet mediante) en cinco minutos se libera de nuevo el mostrador. Pero cuando se trata de suministrar información, de buscar un dato, necesitamos un momento de pausa que a veces no tenemos. Cuántas veces no habremos hallado eso que nos demandaba el usuario cuando ya se ha ido (un libro que no encontramos por estar en la estantería equivocada, una referencia, …) o respondes apresuradamente y te quedas con esa sensación de “tendría que haberle comentado esto”.
Hace poco, instantes antes de cerrar la biblioteca, me preguntaron por un libro de matemáticas. Tras buscar en varios catálogos no conseguí dar con él; la usuaria, apurada al ver mis esfuerzos y temiendo perder el autobús, comentó que no me preocupase y se marchó como había venido, sin noticias del libro. Tenía el dato del autor (Parnaut), el título (Dimensions in Mathematics) y decidí preguntarle a Google… Lisbeth Salander, la heroína-hacker de la trilogía Millennium, es una gran aficionada a las matemáticas que intenta resolver el enigma de Fermat mientras devora un libro ficticio –Dimensions in Mathematics de L. Parnaut- cuya existencia tuvo que negar la prestigiosa editorial de Harvard ante las peticiones de los fans de la trilogía sueca.
Solo habían pasado diez minutos desde que la usuaria había abandonado la biblioteca y consideré que la biblioteca necesitaba una segunda oportunidad; decidí enviar un wasap para, con la disculpa del hallazgo, transmitir un mensaje de calado: tus demandas de información nos preocupan, y en la medida de nuestras posibilidades intentaremos satisfacerlas aunque tal vez no podamos hacerlo al momento; te has molestado en venir a la biblioteca, lo agradecemos y, por supuesto, la biblioteca también acudirirá a tí para informarte.
El inmediato ok confirmó que el mensaje había sido recibido y, espero, la declaración de principios entendida.